miércoles, 11 de julio de 2007

The Koln Concert boy letter

Digamos que fue en el '86 cuando escuché este concierto. Pudo ser en cualquier parte. En tu Caribe GT rojo. O en el depa de tu hermano allá en Colinas. Aunque prefiero imaginar que fue así: Tu madre en San Diego. La casa para los dos. Tú sentado al piano. Luego los primeros acordes y el instantáneo enamoramiento. La vehemencia del canto. El largo y privadísimo concierto. La admiración. Mi silencio como pequeño homenaje. Después, el descubrimiento de tu abrazo. Profundo. Sereno. Cierto.

Se suceden las imágenes. Una constante: Tu sonrisa. Otra constante: El silencio -siempre suficiente-. Una más: La sensación de plenitud, de felicidad, de nomehacefaltanadamásquetumirada. Probablemente el amor.

También me gusta recordarte pidiéndome matrimonio por la Avenida Colón. Cómo nos reímos de la fiebre. Años después, la misma situación, ahora por la Avenida Obregón -después de una cita con el doctor: convenientemente vulnerable-. Más risas. (Ahora pienso que hiciste feliz a muchas mujeres con tus ocurrencias cósmicas). La tercera -¿cuánto tiempo pasó?-, quizá fue la única cierta: "No te digo que nos casemos ahora, pero podemos tratar". Y mi gastado discurso de "lo nuestro es intelectual". Y tu magnífica y contundente respuesta: "Intelectual mis déstos".

Alguna vez te escribí que deseaba que encontraras a tu bailarina cubana (como en las Ten tiny love stories). Aunque confieso que, en el fondo, soy tan egoísta que pensar en tu feliz soltería de alguna manera me provoca contento. Sobre todo en noches como ésta, en la que rompo el silencio y te hablo desde un pasado que, como en el tango aquel, ya no ha de volver.

Por la única semilla. Por los tantos frutos. Por el respeto, la conversación, el silencio. Por el encuentro.

Sobre todo, por hacer de una tiny love story algo memorable.

No hay comentarios.: