miércoles, 29 de diciembre de 2004

Jugueteria

• Ulises de J. Joyce (doble gusto: por el reencuentro, el reemplazo)

• La era del vacío de Gilles Lipovetsky

• El contenido de la felicidad de Fernando Savater

• Delirio de Laura Restrepo

• El amante del volcán de Susan Sontag

Sanity is a cozy lie

Despierto. Me lavo la cara. Me pongo las cremas. Me hago la curación del piercing. Recojo el cabello en una coleta. Bajo. Saludo a mi brújula. A los huéspedes. Permuto el tradicional té de canela por un café chiapaneco. Subo. Voy al estudio. Directo a la página de msn. Muere Susan Sontag. Utamadres. Leo de nuevo: Pierde la literatura a Susan Sontag. Alcanzo el café. Un trago. Otro. Me levanto. Camino hacia la recámara. En mi buró: El amante del volcán. Tomo el libro. Lo traigo al estudio como si algo. No sé qué. Algo (al menos). Y me encabrono porque no pasa nada. Decido cambiar mi lectura de buró. El libro de la Sontag por el de la Montero, La loca de la casa. Sonrío. Recuerdo fresco: apenas ayer, Oscar revisando los libros que iba a comprar. Señalando el de la Montero: ya la tengo. Yo sin entender. Menos el cajero. -Ya la tengo, insistía. El cajero ríe contenido. Claro. La loca de la casa. Río. Juego y lanzo una mirada de feminista ofendida. No es lo mío, pero funciona. Sanity is a cozy lie, digo en voz alta. Oscar voltea, lee el diario. ¿Mande? Que si quieres desayunar algo. Enciendo la estufa. Clausuro cada rendija. Meto la cabeza al horno. No es lo mío, pero funciona. Dejo el libro de la Plath. Ground control to major Tom. ¿Quién quiere desayunar? Regreso. Susan Sontag ha muerto.



*

Luego pienso que este post debe ser para los miles de muertos. El dolor mediatizado.

¿O es que realmente un muerto, todos los muertos? Sin literaturizar la vida. ¿Será?

jueves, 23 de diciembre de 2004

Si una noche de invierno un viajero/Italo Calvino

Barrera/droga/puente

*

[...]
Y, sin embargo, la visión de los libros de casa de Ludmilla te resulta tranquilizadora. La lectura es soledad. Ludmilla se te aparece protegida por las valvas del libro abierto corno una ostra en su concha. La sombra de otro hombre, probable, incluso segura, queda, si no borrada, relegada al margen. Se lee solo también cuando se es pareja. Pero entonces ¿qué estás buscando, aquí? ¿Quisieras penetrar en su concha insinuándote en las páginas de los libros que está leyendo? ¿O bien la relación entre Lector y Lectora sigue siendo la de dos conchas separadas, que se pueden comunicar sólo a través de parciales cotejos de dos experiencias exclusivas?

jueves, 16 de diciembre de 2004

Ensayo sobre la ceguera/Jose Saramago

[....]
Y por qué quieres vivir conmigo, Esperas que te lo diga delante de todos, Cosas más sucias, más feas, más repugnantes hemos hecho unos ante los otros, seguro que no será peor lo que tienes que decirme, Sea, si lo quieres, porque al hombre que aún soy le gusta la mujer que tú eres, Tanto te ha costado hacer una declaración de amor, A mi edad uno tiene miedo al ridículo, No ha sido ridículo, Olvidemos esto, por favor, No tengo intención de olvidar ni dejarte que olvides, Es un disparate, me has obligado a hablar, y ahora, Y ahora me toca a mí, No digas nada de lo que puedas arrepentirte, recuerda lo de la lista negra, Si yo soy sincera hoy, qué importa que mañana tenga que arrepentirme, Cállate, Tú quieres vivir conmigo, y yo quiero vivir contigo, Estás loca, Viviremos juntos aquí, como un matrimonio, y juntos seguiremos viviendo si tenemos que separarnos de nuestros amigos, dos ciegos pueden ver más que uno, Es una locura, tú no me quieres, Qué es eso de querer, yo nunca quise a nadie, sólo me acosté con hombres, Estás dándome la razón, No lo estoy, Has hablado de sinceridad, respóndeme sinceramente si es verdad que me quieres, Te quiero suficiente como para querer estar contigo, y esto es la primera vez que se lo digo a alguien, Tampoco me lo dirías a mí si me hubieras encontrado antes, un hombre viejo, medio calvo, el pelo que le queda blanco, con una venda en un ojo y una catarata en el otro, No lo diría la mujer que entonces era, lo reconozco, quien lo ha dicho es la mujer que ahora soy, Veremos entonces qué va a decir la mujer que serás mañana, Me pones a prueba, Qué idea, Quién soy yo para ponerte a prueba, la vida es quien decide estas cosas, Una la ha decidido ya.

[...]
El silencio es el mejor aplauso.

Ensayo sobre la ceguera
José Saramago

miércoles, 15 de diciembre de 2004

Pico de gallo

• Leer a bosquimano, intercambio de anzuelos
• Escribirle un extenso mail a kundun (responder -como se debe-)
• Comentar varios posts de Iria
• Un comentario para Lukas
• Los apuntes sobre un post de Juan Beat
• Leer y comentar los poemas de Martín
• Enviar rolas a Aldán y a Juan Antonio
• Preguntarle a Bruno sobre sus libros
• Dar un rol por la blogósfera
• Preguntar si chicatriste tiene otro blog
• Sacar varios posts del draft, terminarlos
• Postear un par de minificciones
• El post de los boleros con los que crecimos
• El post sobre Balzac y Wilde
• El post sobre la cultura familiar de las anfetas
• Subir unas rolas que me traen jodida (Navajita Plateaá, Camarón de la Isla, Niña Pastori)

• Decidir si este blog tendrá pies y cabeza o seguirá a la deriva

• Asomar la cabeza (o esconderme)

La hoguera de las vanidades

Estuve a punto de ir. Fui. Estuve a punto de bajarme. Preferí quedarme dentro del carro. Lo siento.

Sabes que las inaguraciones y las exposiciones y las lecturas de poesía, no se me dan.

Encontrarme con gente que conozco. Con gente que quiero (y no quiero). Con gente que me es indiferente. Compartir el vinito chafa, los canapés. Participar de la hoguera de las vanidades. Hacer todo menos ver, mirar, escuchar, disfrutar. Otro día será. En la soledad del mediodía, tal vez. Sin la pasarela de fiaca. La fila para el besamanos. El intercambio de lisonjas. La esquina pública de los vituperios. Las conversaciones sofisticadas que me aburren tantísimo. Que no comprendo. Las referencias a tal autor, tal pintor, el despliegue de encantos, la verborrea.

Dices que soy antisocial. No es eso. Me gustaría que a estas alturas de nuestra amistad comprendieras que no es eso. Que simplemente la exclusión de la que hablas, el autoexilio, dista mucho de ser pose outsider, marginalidad cool. Lo mío es hablar con los árboles y los animales (bosquimano dixit). Los niños. La familia. Esta casa: mi bunker. Quizá era el mood, el momento.

Sí. He asistido a otros eventos, pocos, pero he estado. Hace poco respondí diez veces las mismas preguntas: ¿Qué te has hecho? ¿Dónde te metes? Que si me fui a vivir a Rosarito. Que si el cáncer me trae jodida. Que si ya no escribo. Que si ya no canto. Putamadres. Lo siento. Prefiero escuchar la reseña del concierto de Chayanne vía mi vecina Normita. O la receta de la tarta de dátil con nuez de mi tía lolita. O ver Seinfield. O escuchar la antología de Tin Tan, los boleros con los que crecí (Aldán dixit) o jugar a la memorabilia con Nacha Pop, Radio Futura, Soda Stereo. Encatotarme con el pacman en la compu. Leer un rato. Escribir. Ponerme la mascarilla de pepino para cutis seco. Sacar a pasear a la rumba. Es decir, prefiero hacer otras pendejadas. No. No me fui a Rosarito. No. Gracias a Dios ya no hay células malignas. Sí. Hubo cirugía. Sí. La cicatriz. En el seno izquierdo. Ajá. Sí. Escribo. No. No he publicado. No. No presento libros desde hace muchos años. No. No voy al ICBC desde hace cinco o seis años. Sí. Estoy perdida de tu vista, maybe. ¿Alguien les ha dicho que hay otro mundo fuera de su mundo?

Lo siento. De verdad, lo siento. A ti te regalo los textos que quieras. A ti te he hecho (te hago) los textos de presentación que pidas. No ir a la inauguración de tu exposición no cambia las cosas. ¿O sí? Estoy. Disfruto el cuadro que me regalaste: Encontré los pájaros perdidos. Te quiero. Los quiero. Hube de estar. Estuve. Estoy. No te agüites si no me siento cómoda entre tanta 'lumbrera'.

Tienes razón: seguramente me he perdido de muchas buenas conversaciones, de conocer gente maravillosa, de tomar tal o cual taller con escritores que admiro, de aprender y disfrutar. De estar en tal o cual antología. De las referencias en textos sobre 'literatura fronteriza'. Haré algo al respecto. Aunqué sé, sabes, que invariablemente digo lo mismo cada vez que me riñes. Y es que estoy segura que tienes razón. Y lo intento.

Pero luego, un buen día, enmedio de esas piezas de arte instalación que sencillamente no entiendo ni disfruto; de la experimentalidá y neofregaderas de neoartistas, de sesiones de preguntas y respuestas estériles, inútiles, sosas, agresivas, tediosas; de tanta crinolina divesca; de tanta puta frivolidad... me pierdo entre tanta palabra y tanto arte y tanto artista. Y tanto tanto me rebasa. Y veo el reloj y quiero desaparecer. Pienso: ya cumplí, puedo irme. Y me voy. Regalo sonrisas (soy una muñeca que regala besos, Fito Páez dixit) genuinas, hago esa mueca característica: la de la impaciencia. Camino rápido al carro. Enciendo la radio. Tal vez un cedé. Un cigarro. Y me siento feliz de nuevo. Como en las reuniones de dos o tres o cuatro. Como en la soledad de mi estudio.

Y de regreso a casa me pregunto, qué me compromete, quién, cómo. Cuándo dejé el vals por el tango (o el baile de salón). Hasta dónde llego, hasta cuándo me voy. Por qué sigo yéndome. Para qué me quedo.

Lo siento. Ese mundo no es el mío.
Te ofrezco este: aquí la amistad no conoce de antologías ni catálogos.

Habré de procurar algunos sitios, cierta gente. Salir de un extremo sin entrar a otro: disimular.
Vendrán otras etapas. Seguramente. No es la intolerancia a lo que no es como uno -esa que tanto pregono- (pero, precisamente).

Señor de mis afectos, casi como promesa: lo es.

martes, 7 de diciembre de 2004

Whenever we get close (we fall apart)

Todo empezó con la gana de escuchar a la Marianne Faithfull. Escogí The seven deadly sins (Lyrics Bertolt Brecht, translation by W.H. Auden & Chester Kalman/Vienna radio symphony orchestra conducted by Dennis Russell Davies, con rolas de Kurt Weill). Y estuve ahí, atenta, un buen rato. Quizá fui a ese cedé por extensión temática con las rolas de Joe Jackson que subí la semana pasada. Who knows. El caso es que salté de rola en rola y las conexiones me llevaron a un cedé que la Srita. Jurado tuvo a bien regalarme como regalo de cumpleaños hace un par de años: The best of Ute Lemper. Wow. Rolas de musicales; de filmes -como esta bellísima rola del filme Appetite, Whenever we get close (we fall apart)-; rolas de -por supuesto-, Kurt Weill y canciones de otras dos admiradísimas: la Dietrich y la Piaf. La diva Lemper canta también la rola de Psalm (Six Celan Songs/Paul Celan) de Michael Nyman, -otro descubrimiento harto maravilloso-, y las Berlin Cabaret songs clásicas que tanto me emocionan. Luego me fui corriendo por las rolas originales de la Dietrich y de la Piaf y todo el programa de actividades del lunes por la noche valió madres. Con gusto.

Por qué escribo todo este rollo? Sencillo. Porque me gustaría -deseo-, que otros, ustedes, busquen, disfruten esta música maravillosa que les platico, la música que esta noche suena en mi habitación (propia -V.W. dixit-), la música -fragmentos de este rompecabezas- que me define: el Canto a la deriva.

Quizá les guste tanto como a mí. Ojalá.



Y ya saben, si quieren que les envíe alguna rola, just ask: driana.singalone@gmail.com





We can only speak to the future/Paolo Soleri

The distance between two or more individuals makes it unavoidable that crossing messages never reach the original target. Instead, and always, the messages reach the senses of 'the successor", that is, the me and the you of now and not the me and the you of ten seconds or hours or years ago (or whenever the message was sent). This is one of the inescapable crosses of organism, since organism exists in a space-time reality: receiving only "old" information and broadcasting it to whom is not yet, while directing it to whom is no more. On a cosmic scale, this means receiving a message from an object that has ceased to exist (for eons perhaps), and vice versa, to broadcast to objects that will come into existence eons hence. So we suffer and rejoice about the ghost of a fossil long disposed of, or vice versa.