martes, 16 de noviembre de 2004

Conviccion literaria, conviccion moral/Joseph Conrad

[...]
Tengo la convicción de que el mundo descansa en unas cuantas ideas, muy sencillas, tan sencillas que deben ser tan viejas como las montañas. Descansa, sobre todo, en la fidelidad a uno mismo.

5 comentarios:

aldán dijo...

Citando de memoria a Amos Oz: "pertenecer es traicionar"
La fidelidad a uno mismo implica pertenecer, ser de esas ideas sencillas, lo más difícil es no traicionarse.
¿Conrad?, ¿Nostromo?, ¿El corazón de las tinieblas?
Qué lejano de tus lecturas, las que creo que son tus lecturas, me parece Conrad, ojalá lo estés disfrutando.

Iria Puyosa dijo...

¿La fidelidad a uno mismo? Me reconozco. Casi podría adoptarlo como lema.
Alguna veces quisiera que fuera diferente.

¿Es la fidelidad a uno mismo una idea sencilla? Quizás para la literatura, no creo que lo sea para la ética.
Terreno inmensamente peligroso.

Driana dijo...

Sí. El corazón de las tinieblas.
Dí el brinco de la "Adicción a los ingleses" de Sergio Pitol.
Heme aquí.

*
Confianza, fe, fidelidad, confidencia. Fid / Feed

Iria:
Sí. Las convicciones son un terreno peligroso. En algún lugar leí que hace falta una 'cierta piedad' para dirigirse al mundo (nuestro, todos los mundos). La reconciliación con los cambios -la vida-, implica necesariamente la fidelidad al tiempo (uno y su circunstancia) y, ésta, no es necesariamente compatible con la fidelidad a uno mismo.
¿Qué es la traición si no un sisma entre las necesidades de nuestro tiempo y nuestro código personal de deberes y valores?, ¿Un sisma entre acción y convicción? Fidelidad a uno mismo como fidelidad al tiempo (este tiempo). Suena bien. Suena fácil. No lo es. Porque, ¿qué pasa con las dimensiones de nuestro tiempo? Pertenecemos a una y otra cosa. Traicionamos una y otra cosa. Incluso si nos aferramos 'kantianamente' a la pregunta central: ¿qué debo hacer?, apostamos por algo, renunciamos. La renuncia como sacrificio. El sacrificio como ofrenda. La voluntad como antesala de la fidelidad. Y la traición. Hablemos de la fidelidad a uno mismo, sí. Hablemos también, entonces, de nuestras pequeñas traiciones.
Es la no sumatividad de la teoría sistémica. El todo más allá de la suma de las partes. Esa urdimbre moral/teológica/filosófica/social con una dinámica propia que influye en nuestro sistema de valores, le otorga jerarquías, lo traduce en reglas para el juego. (Querámoslo o no, es una urdimbre condicionada por nuestro tiempo -otra vez, la circunstancia-).
La unión de nuestras convicciones -el libro de las fijaciones/mutaciones-, no es, pues, la declaración de nuestro código ético. Si creer en algo implica un compromiso de fe, un voto de confianza, habría que reconsiderar el papel de la traición como antivalor intrínseco de la fidelidad. Humana es la fidelidad, sí. Pero más humana es la traición.

Tengo la convicción de que el mundo descansa, sobre todo, en la fidelidad a uno mismo. (También de que la fragilidad comienza en el mismo sitio: uno mismo).

Sí. Sin meternos en honduras, es más complicado de lo que parece.

La Bb,
believer.

Driana dijo...

Every one who changes is often a traitor in the eyes of those who can never change / Amoz Oz.

La Bb,
Kravitz.

aldán dijo...

No perteneceré a nada, así no traicionaré. Porque todo el que pertenece a algo, traiciona.
Una pantera en el sótano. Amos Oz


Encontré la cita que recordaba.

Driana, a tus pies.