lunes, 2 de agosto de 2004

Ablución

Frágil, hermosa, delicada. Pienso en las noches enteras viéndote dormir. El cansancio. El agotamiento. Las medicinas y las enfermeras. La cama de hospital. La silla de ruedas. Mis ojos iban y venían por toda la habitación, lentamente. Siempre quise creer que era una escena de otra película. Que nuestra historia era otra. Que tu rostro era otro. Que tu cuerpo. Y tu risa, madre. Qué risa tan sonora. La risa de tus ojos. De tu cabeza inclinada hacia un lado. De tus mejillas encendidas. Y te recuerdo dormida, como te quedaste. A veces te recuerdo también con los ojos abiertos y desorbitados. Fantasma. Guturalidad. Guerrera. Elvia, la del esfuerzo insuficiente, la irreconocible, la otra. Luego el despeñadero, la piedra rodando hacia el precipicio. Una llamada a mitad de la noche. Todo el silencio.


Meses después, lloro.
Por cada muerto. Por todos mis muertos.

-El llanto es una reconciliación.

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