sábado, 25 de septiembre de 2004

Message in a bottle

De toda la clica culturosa que conozco, a C. siempre lo he sentido más cerca. A pesar de mí y de mis caminatas en la periferia. A pesar de sus monólogos hipocondríacos o sus llamadas telefónicas de 2 horas. Como si de cuando en vez el castigo de la mudez y entonces el milagro de escuchar. Tal vez sea que escuché tu mensaje en la contestadora. No lo sé, pero te recuerdo. Quizá porque alguna vez, hace muchos años, me presentaste a Portishead. Porque cantábamos con Bjork y me reía con tus historias reiveras de 'smart drinks'. Por las tachas y las palomitas. Por Eliseo Diego y porque "La eternidad por fin comienza un lunes". Por Octavio Paz y "Las trampas de la fe". Por los experimentos musicales. Por Mexicali y su cielo de noviembre. Por las caminatas en silencio. Por los borradores de tus libros. Por tu admiración, -y la mía-. Por lo que sé y no pregunto. Porque te mueres por saber. Porque sé que algún día leerás ésto. Porque tengo ganas de verte, como en los viejos tiempos. Porque quizá algún día te llame para decírtelo. Porque a veces el viaje es demasiado largo y es difícil encontrar el camino de regreso.

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