La última vez que ví a Laudero estaba parado entre los asistentes a un concierto de oldies but goodies en el que me aventé un breve palomazo con la ya tradicional Summertime y, si mal no recuerdo, Honkey Tonk Woman. Ahí estaba aplaudiendo, gritándome algo que no alcanzaba a escuchar -pero intuía. Mientras cantaba, volvía la mirada a su rostro. Compartía la emoción y el respeto, la pasión por la música, la adrenalina, el gozo. Ese espíritu que todo lo transforma arriba de un escenario, en la mesa con amigos de un bar cualquiera a la hora del trío, en la soledad de una habitación, en los impros de algún ensayo mágico.
Hace un par de semanas nos reunimos precisamente para explorar la posibilidad de hacer música juntos. Tímido como es, tocó una rola que compuso pensando en mi voz. Me emocioné. Mucho. Intercambiamos impresiones sobre la letra, ensayamos para familiarizarme con la rola... empezamos pues, a montarla. Días después le envié una propuesta de ajuste de letra, del concepto general de la rola. La recibió con humildad y profesionalismo, emocionado por la forma en que estaban fluyendo las cosas.
-Mjm... creo que es hora de subirme al barco que he visto navegar desde la orilla (y cuyo acercamiento se reduce a aquel trabajo maravilloso con los Bluseros del Norte y a mis breves palomazos en las rockeadas de El Bule o del rollo tanguero. -No, no cuento las sesiones de Karaoke, je).
Ensayamos de nuevo. Estructuramos la rola. Tuvimos una intensa sesión creativa en la que mis sugerencias a nivel musical empataron con su idea musical original (tonos relativos, búsqueda jazzy, matices). A pesar de mi inexperiencia en el rollo de la composición, a pesar también de mi timidez, no hubo barreras para el trabajo en equipo. Compartimos la visión de trabajar en nuestro proyecto low profile, grabar las rolas, avanzar poco a poco así, clavados como somos. Conversamos también sobre literatura -su otro yo-, escuchamos música, derretimos el hielo con sonrisas y citas citables. Emi, Mr. Green (always), los amigos que están, los que se fueron.
Sé que escuchar música o hablar sobre música no es hacer música. Conozco mis limitaciones. Sin embargo, lo que más me motiva en este momento es la exploración de mis alcances. El trabajo en equipo, el seguimiento, la visión de futuro. He gozado tanto el proceso de hacer música, que poco me he ocupado en sus resultados.
Ojalá que algún día podamos escuchar la grabación de nuestras rolas. Reirnos de su simplicidad (o su ostentosidad). Aprender. Avanzar. Durar y, por qué no, arder (Barthes dixit).
En su blog, Laudero escribe para ASH: Cómo hablar. Digo yo que desde ese otro lenguaje que hoy nos une: haciendo música.
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