Hoy es un buen día. Salí con sol de la oficina. Llegué con sol a casa. Después de mes y medio, ví cómo el reloj de la cocina marcaba las ocho de la noche. Saqué a pasear a la rumba. Regué el jardín. Hablé por teléfono con un par de amigas. Entré al messenger un rato. Disfruté mi casa, los rincones, la luz que entra por las ventanas de la escalera. Disfruté la lectura, las correcciones, el olor a imprenta en las páginas de un libro nuevo.
Van Morrison canta Brown eyed girl (es decir, Van Morrison irremediablemente habla de nosotros), mientras mis ojos recorren la promesa de un baile a la luz de la luna. Dejo de correr. Me rindo a ti. Rodeas mi cintura. Apoyo mi cabeza en tu pecho. Me recibes, abierto. Me abandono y sé -de cierto-, que no hay mejor sitio que tus brazos.
Sonrío. Estoy en casa (you gimme love, love, love, crazy love). He regresado.
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