Fui a la Ibero la semana pasada. A la de Playas. Esa en cuyos salones de clase no estuve. Esa en cuyos pasillos no te ví nunca. Mantuve mi low profile hasta muy entrada la tarde. Platiqué un rato con una mujer que me recuerda irremediablemente a una amiga mutua que murió de juventud y de sorpresa: la gaby. La que usaba esos calzones largos como los de la Madre mosca y se ponía harto talco que la hacía caminar entre una nube de polvo con olor a estupro. La que me ve con ojos chiquitos y tupidos desde la foto en que comparte espacio con compañeros de otras generaciones. Recuerdo a los que no salen, pero estaban, mientras camino hacia la biblioteca a saludar a Susy, la cajera gordita y turirú que permanece en el inventario desde los tiempos de MI Ibero: la del hospital remozado y la enfermera fantasma llorando sus penas justo en la rampa de acceso, la de un ladito de El Sombrero en cuyo menú rezaba: res con chile entomatado. Esa en la que podíamos entrar -indolentes como éramos-, a nuestra clase de 8 a 10 de la noche con un vodka en vaso de foam traído directamente desde el bar del Campestre, ai' nomás tras lomita. Esa en la que, atenta, esuché a Horst Mattai en su clase de Filosofía del hombre. Al Padre Salvador Cisneros, en clase de Epistemología del conocimiento: sin duda, mi mejor maestro. Recuerdo al Roberto Castillo y sus literaturas I, II, III ad infinitum, aquel que llenó de lecturas mis primeros días de universitaria. -Putamadres. Este no es mi paisaje-, me digo desde los ventanales de una biblioteca cuyos libros probablemente lleven alguna de mis huellas. Antes de salir, saludo a Felipe, el muchacho aquel de las botas de trabajo y los estoperoles, el del copete 'niurro', el silencioso, el flaquito que asistía a Don Bernardo, el bibliotecario, cuya muerte me toma por sorpresa y empaña un poco el ánimo festivo de mi recorrido al más puro estilo back to the future. Voy a la nueva 'coordinación de comunicación'. Espero. Veo con detenimiento los listados de materias y maestros de Comunicación, Diseño Gráfico y Arquitectura. Algunos nombres conocidos. Leo uno cuyo sabor a culpa secó -inmediatamente-, mi boca. Uno, cuya memoria no tiene altares ni parcelas íntimas en el edificio de los amores contrariados, o en el de los amores imposibles (o en el de los amores gozosos). Triste historia del maestro que cae en las garras de una alumna: porca puttana. Retiro voluntario meses antes de la boda; hombres chiquitos a punto del suicidio gritando canciones a todo volumen de la calle a la ventana: "lo que sentí, fue como un rayo en mi interior, que me destroza el corazón, todo se rompe, todo estalla y algo acaba de morir"; familias desairadas; dedos acusadores; llanto, mocos, golpes en la puerta. No pude más que murmurar -lo siento-. Pero nadie escuchó. El no escuchó. Y lo siento. A story from hell, I know. Recé al más puro estilo de la Peri Rossi: líbranos Señor, años después, de encontrarnos con nuestros grandes amores. Antes de terminar me dí cuenta que no tenía caso: ese decreto es para los grandes amores. Duh-duh. Como siempre: la cita equivocada. Putamadres. Me fui un rato a la capilla. Quizá treinta o cuarenta minutos. Suficiente. Oscura y silenciosa. Como deberían ser todos los lugares sagrados. Luego los trámites, pagos, compromisos, los 'te recuerdo con los ojos más chinitos' o los 'cántanos una canción, ándale, dínos un poema' o los caemedeamadres 'te ves más repuestita'. Antes de partir, la oficina de exalumnos de mi Alma Mater tuvo a bien darme un par de calcomanías, folletos, bolitas pa'lantena del carro (ajá, no recuerdo cómo se llaman), taza y cuanto souvenir permitía su mermado presupuesto. (Hasta me suscribí a una lista de correos de exiberos, supongo que por pura che nostalgia). Luego straight ahead el malecón y los cocos. -Uno tiernito por favor- (nunca me ha gustado comer cosas duras, por el contrario, senior menu rules). Y la hora fue la más precisa: cuando el sol se pone y el frío recién empieza a calar en la memoria. Me quedé largo rato sentada en una triste banquita de madera sólo por el placer de sentir el viento sobre mis mejillas. Por ese momento que busco y disfruto cada vez que puedo. Porque así me reconozco. Porque así me reconcilio. 'All the lonely people... '. Wake up. El puto tránsito de Tijuana hizo que atrás quedaran los recuerdos y los fantasmas. Ochenta millas son suficientes para el olvido.
*
Llegué a mi ciudad entrada la noche. La distracción: un par de vodkas en nuestro bar mugroso preferido. Casualmente, se me atravesó otro fantasma: 'hoy lo ví, y tenía un rostro ajeno al que yo amaba'. Hube de partir de inmediato, por supuesto, pues el decreto de la Peri Rossi -'ora sí más que adecuado- no fue dicho con suficiente fervor como pa'l milagro.
Al día siguiente, buscando certificados de estudios, cartas notariadas y otros papeles grises, mi mano -ese ser autónomo y rebelde-, abrió la caja de las fotografías y los recuerdos universitarios: me ví y no me reconocí. Con mis diecisiete años, los dieciocho, los diecinueve, los veinte. Con el aplomo y -sí, debo reconocerlo-, aquella soberbia que nunca fueron bien recibidos, salvo por los otros solos, los desterrados. Los extranjeros que reconocí en tantas miradas que no recuerdo más que en sueños. Esos que, a veces, transfiguro y transformo: otros brazos, otras historias, otros momentos, otros besos que se dan sin darse. Los del imaginario íntimo y libertario, los de la revolución del amor -aquella bandera-, los que a solas rumio cuando las horas son altas y el espíritu flaco. Los que engarzo, cuenta por cuenta, hasta bordar este velo que en realidad es muralla. La que protege (y aísla). La que mencionan los amigos con sutilezas políticamente correctas. Una que hube. Una que he. Una que me recuerda a Eleanor, la Rigby.
Ah, look at all the lonely people.
3 comentarios:
me hechizan tus letras, en verdad. cuando sea grande, cuando sea, quiero escribir como tú, entrelazar así calidez, humor, profundidad, aplomo, cariño, conocimiento. en fin, no vine a adularte, sino a decirte que la persona que buscas está muy bien y muy viva, cumpliendo las expectativas de su maestro, y que la puedes hallar aquí.
bosquimano,
mastropiero que nunca
pd. gracias por las rolas. no conocía a cristina donà, encantado.
Pret: la chanson.
Bb,
promesse.
the moon is the symbol of renewal in the imagination of the bushman. it represents the intuitive elements of the spirit which carries life through the darkness that from time to time close upon it. the sun represents the great light of day, the immense power of reason; the moon the light provided for when reason is not enough, when all our bright conscious experience fails us. in the upanishads there is a story about yajnavalkya, the sage at a king's court. the king asked him one day, 'by what light do human beings go out, do their work, and return?' the sage answered, 'by the light of the sun.' the king then asked, 'but when the light of the sun is extinguished, by what light do human beings go out, do they work, and return?' the sage said, 'by the light of the moon.' and so question and answer went on. when the moon is extinguished, man works by the light of the stars; when they are quenched, by the light of the fire. and when the light of the fire itself is put out, the king asked: 'by what light then can they do their work and still live?' the sage replied: 'by the light of the self.'
lvdp, "the heart of the hunter"
tin woodsman : oh, oh, it ticks! listen! look, it ticks!
merci beaucoup.
bosquimano,
presencia
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