Tengo días pensando qué decirte. Cómo. Sin que suene meloso, sobrado. O a la inversa: frío. Apenas. Y luego esta jaqueca, la náusea, los mareos. Parece que la presión a la baja. O el azúcar, también a la baja. Como mi energía. La que suele estar alerta, la de paso corto y rápido, la de sonrisa fácil: no está. En su lugar, ésta que no ves. Su cuerpo, un manojo de señales. Avisos. En silencio, trato de escucharlas. En fin, escribir es el pretexto. En este día hube de 'postear' -desde la madrugada-, un homenaje. Hube de celebrar tu cumpleaños con dos poemas, una canción, tres frases célebres, o la anécdota de la vez que hube de fijarme en ti: cuando te acercaste a preguntar: ¿todo bien? Y yo nerviosa, asintiendo. Era la tocada en la Ibero. El sonido jodido. Yo, como siempre antes de cantar, ausente. Ya te había visto, y no. No tus ojos verdes. Tus pestañas largas. El camarón de tu piel. El verde güerón de tus cabellos. El cliché: Tú, el maestro de treinta años. Yo, la alumna de diecinueve. 'Te ví, te ví, te ví... yo no buscaba a nadie y te ví'. O la primera vez que nos besamos. Reunión en mi depa de Las Palmas. El ponchito y tú, los últimos invitados. Tu mirada, insistente, clara. Tu timidez. Luego un pasillo, la cercanía, la mudez, la tensión amorosa. Tú, sonrojado. Indeciso. Yo, paso al frente. Mis palabras en tu oído: ¿me besas o te beso? La más bella sonrisa, la tuya. Nervioso, exaltado, feliz. Luego mis manos en la pared. Mi rostro frente al tuyo. La mirada larga. El cíclope. O la vez que me dijiste, ¡Ay, Amalia! después del ring del amor y dejé de hablarte una semana (hasta la explicación, por fin, y las tremendas carcajadas). O mi madre, ausente de sí misma, y toda tu ternura sosteniéndola en un abrazo. O los tiempos aquellos (cuando fuimos mexicalenses): los domingos por la mañana en el patio soleado de la casa grande -la plaza de los héroes caídos-, las muchas horas de conversación con Don Gilberto: las anécdotas del rancho, de la Chinesca o de la Escuela Cuauhtémoc y los tiempos de pelear a golpes desde el tercer grado por un 'chino cochino': el orgullo oriental, la sangre negada y tomada, la distancia de la raza a la raza. Tú, atento. Tú, concentrado. Mis dos hombres cachoras. Tanta memoria. Los quince años oficiales. Los diceciséis que contamos. Los diecisiete desde aquel encuentro. Sin restas. Igual bien vividos. Qué decirte. Cómo. Nada podría igualar tu presencia. Esta bendición: la posibilidad de amarte (el inmenso cariño que se extiende por cada rincón de nuestra casa).
Tú. Discreto guionista. Sound manager. Domador de fieras. Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Alma generosa. Guardián. Satélite de amor. Hombre que construye mundos para su amada. Cuentacuentos. Espantapesadillas. Yerno, hijo, hermano. Esposo prudente, dispuesto. Pródigo en cariños. Amante inteligente. Amigo. Mirada clara. Siempre: certeza.
Diez de noviembre. Tus cuarenta y ocho, arquitecto.
Día del escorpión. Del agua. Del altar en la memoria.
Contigo he decidido estar. Estoy.
A ti, he decidido amarte. Te amo.
A ti estas manos, mi única promesa.
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