Un pájaro de fuego y su canto sordo. El vuelo extendido en el montón de nubes que preceden al canto líquido del cielo. Vocación de muerte que escampa su propio cautivero, la injuria de ser sisma y mal agüero sobre el amplio bastidor que suficiente cubre la distancia del ojo, lo finito de la mirada que alcanza el punto ciego, la señal indescifrable de una presencia perpetua e innombrable. Llorón sádico que muere repitiendo su clamor domesticado por otras tonadas naturales, por el placer de arder y morir ahogado en su propia furia.
La primera traición se urdió en ese campo de batalla.
Condenado a escindir lo que antes hubo de ser uno, el trueno nos recuerda lo que somos.
1 comentario:
no lo había dicho, pero me encantó.
no es el fin del mundo
sí de este mundo,
el trueno que en la sombra se escucha hondo.
ahora estamos a la intemperie.
somos los duenos del vacío.
jep, "trueno", página 409
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