Estoy de vuelta en los trajines de tiempo repleto en oficina. Estoy de vuelta pero una parte de mí aún no ha regresado del 'sabático'. Doy maromas de mis clientes como free-lance a los horarios de oficina y las juntas y los reportes y la casa y mi yo Susanita y la escritura y la lectura y el blog y los chacoteos con l@s amig@s y la pareja y la familia (lo sé, nada que cualquier mujer común no haga: aunque suene excesivo, no lo es. Muestras, hay muchas). Aún no me acostumbro de nuevo a todo el circo que hace dos años decidí dejar por salud física y mental, por nuevas apuestas, por preferencias y plan de vida. Es más, aún sigo preguntándome si valdrá la pena bailar por dinero -como el chango-, aunque de antemano sé la respuesta.
Me sentía bien como profesional independiente -pero no aguanté el subibaja-.
Y heme aquí, de vuelta en los organigramas. Lejos, muy lejos de lo que hace muchos años creí que sería mi oficio.
Sé que este post es más un apunte de querido diario. Un desahogo mental a la hora de lavar platos o antes de dormir. Qué importa. Necesitaba regresar a este lugar. Recobrarme. Conjugar otros putos verbos.
Sé que en los blogs el factor frecuencia es uno fundamental (Bruno Ruiz dixit), así que espero que en esta transición me quede un lector de los tres que tengo, jeje.
Por lo pronto este post es para decir: aquí estoy, los leo. Y, sobre todo, para reafirmar que aquí estoy, y escribo.
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